Allá por los años 70, un día de tantos en los que el Temporal de Levante azotaba implacable las costas de Málaga, entre el fortísimo viento reinante y con ansias de plasmar aquel debacle natural que se cernía entre el Puerto y la Malagueta; con una cámara, que si mi memoria no me falla, era una Petax antigua, muy antigua y con un objetivo de “purita pena” como dirían nuestros hermanos Mejicanos, intenté como decía, sacar alguna foto de ese “tan natural” tiempo para la época y el momento en el que estaba ocurriendo.
De esa forma plasmaba esa escena que transmitía al verla la sensación que los pescadores de toda nuestra tierra andaluza podían sentir, apostados en el malecón del puerto, apoyados en el quicio de la puerta de uno de tantos bares que a lo largo de toda la costa, miran hacia el mar; casi en la propia orilla. Esos hombres que ven en la mar su vida, y cómo no, su muerte.
De igual forma en nuestros campos doblando sus espaldas, soportando las inclemencias del tiempo y rompiéndose las manos en las duras tareas de labor, algunos encontraban refugio en las iglesias, otros… donde podían.
Han pasado muchos años, la vida ha dado muchas vueltas, pero mujeres y hombres siguen padeciendo de una u otra forma la dureza del trabajo, en la mar, en el campo, en las fábricas. Repasando algunas fotos, encontré la antigua del Temporal de Levante, una reciente de un campo inmenso, arado, helado y con un único árbol donde cobijarse, otra también muy reciente de una iglesia derruida y que formó parte de un poblado de trabajadores.
Con esta composición he querido representar los escenarios de esa ruda y difícil vida de aquellos que se dejaron la piel, la vida, para sacar adelante a su familia. Como siempre, es mi visión, no puedo esperar que se comprenda, ni que se vea como algo representativo, ya que para muchos será una simple y absurda amalgama de imágenes sin definir, o sin concretar, pero esto es lo que hay, gustos para todo, visiones distintas y formas de expresión, compartidas y no compartidas.
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